Érica Esmorís
A Coruña, 1977.
Pasa horas delante de su ordenador, para el que tanto ahorró y al que adora en la intimidad de la luz del flexo. Le gusta la comida japonesa y el verano. Se siente muy orgullosa de su gato, Señor Pepe. No le gustan los despertadores, tampoco hacer la cama.
De su infancia destaca su tenacidad, que no terquedad, por convertirse “de mayor” en veterinaria y escritora; además de su admiración por Pippi Langstrumpf… Lo primero lo consiguió, aunque pronto se decantó por el mundo imaginario de los cuentos y lo segundo la llevó hasta Gotland, en Suecia, a la mismísima casa de Pippi.
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